En estos últimos meses (o quizás años) hemos visto como muchas de nuestras autoridades han estado envueltas en diferentes casos de corrupción. Hace dos años estalló el escándalo de Odebrecht, involucrando hasta en ese entonces presidente del Perú, cosa que puso en jaque a las altas esferas del poder.
Por esas fechas se inauguraba Monumental Callao, obra de la empresa Fugaz, que está a cargo del empresario israelí Gil Shavit. Este último actualmente esta preso, ya que hizo esta obra (resalto que es una muy buena obra) con dinero producto de la corrupción. El fue el intermediario de recibir dinero que Odebrecht entregó a Félix Moreno, alcalde del Callao.
Ni bien Monumental Callao es un gran impulso turístico, cultural y muchos mas beneficios para la zona y diversos grupos de arte al exponer sus trabajos aquí, esta gran obra fue hecha a base de lo que muchos protestan: corrupción.
El Perú es uno de los países de América Latina que poco consume cultura. Los programas que lideran el rating de la televisión son considerados “televisión basura” por su nulo aporte a la sociedad pero que, sin embargo, son los más sintonizados en el país.
Un lugar como Monumental Callao trae beneficios para el lugar donde se inaugura, pero este al estar hecho con dinero sucio, es un claro ejemplo de la cultura de la corrupción.
Este no es el primer caso, ya que en el siglo pasado en el famoso “Oncenio de Leguía” el presidente hizo muchas obras que embellecieron Lima y a la vez beneficiaron al Perú. Y claro, estas obras fueron financiadas por capital estadounidense, que luego estos mismos pusieron sus empresas en el Perú para explotar sus materias primas, ya que ese era el trato con Leguía para realizar las obras, ellos dan el dinero, el país da sus recursos (y sin pagar impuestos).
Al parecer esto ya esta inmerso en nuestra política nacional, y ojalá, algún día, toda esta tarántula de delitos deje de crecer. Aún no hemos aprendido la lección.
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